Pintor español que vivió a lo largo del siglo XIX, su obra fue pionera de muchos movimientos posteriores e influiría en muchos artistas.
Comenzó como pintor neoclásico pintando cartones para
tapices. Más tarde, alcanzó fama como retratista y llegó a ser pintor de la
corte de Carlos IV.
Barroco y romántico, pero conectado con los grandes
acontecimientos de su época, tiempo de crisis, guerras y decadencia política y
social, Goya expresa con su pintura el sarcasmo y el escepticismo ante un mundo
que no es el que desearía.
Juventud neoclásica
En la corte borbónica aprende del academicismo francés. Es
el pintor de los tapices: usa colores vivos y claros, traza líneas limpias. Su
estilo es rococó y profuso en detalles realistas.
En sus retratos, capta el carácter del personaje mediante el
gesto y la expresión facial. Se centra en los rostros, su pincelada es ligera y
ágil.
Madurez y realismo
Para Goya el realismo es aquello que uno lleva dentro, no lo
que ve. Pintor de la corte de Carlos IV, una de sus obras más conocidas es La
familia de Carlos IV. Es patente la influencia de los pintores barrocos y
de Velázquez; la composición es típicamente neoclásica, pero a la vez se
aprecia un gran realismo, pincelada suelta y agudeza para captar la psicología
de los personajes.
Como grabador, Goya realizó una serie de aguafuertes, los Caprichos,
donde a modo de caricaturas plasma una dura crítica social y política,
inspirado en los ideales de la Ilustración.
Durante la guerra contra Francia (invasión napoleónica) pintó
los Fusilamientos del 3 de mayo y llevó a cabo otra serie de grabados: los
Desastres de la guerra. Goya sobrepasa el realismo y da rienda suelta a
su expresionismo. Los aguafuertes transmiten con crudeza un sentimiento de
horror y, de nuevo, la crítica a la guerra y a la barbarie.
Vejez y expresionismo
Tras la guerra, su pintura se vuelve cada vez más personal,
de trazo muy rápido y ágil. Sus últimos cuadros lo sitúan en los umbrales del
impresionismo: La lechera de Burdeos.
Como pintor del nuevo rey, Fernando VII, no esconde su crudo
realismo.
De esta época son las Pinturas negras y las Tauromaquias,
frescos monocromos sobre temas imaginarios y monstruosos, donde también expresa
su crítica social. Son un claro precedente del expresionismo.
En resumen, la obra de Goya compendia la evolución de la
pintura en el siglo XIX con el neoclasicismo de los tapices, el romanticismo de
su madurez y la exploración de nuevos caminos en su etapa tardía. Con sus
grabados y pinturas abre fuentes de inspiración a los pintores posteriores. Por
eso se le ha llamado, con justicia, un genio precursor.
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